Justo cuando terminaba de escribir la anterior entrada de este blog, sobre la manipulación mediática que hace nuestro "super ministro" de economía (con caricatura incluída), leí este excelente artículo que explica certeramente los conceptos de deflación e inflación y nuevamente aparece Arce en escena. El autor desnuda una nueva manipulación de Arce sobre los factores que influyen en la deflación y en la inflación, también descritos en un artículo de mi autoría publicado en el diario El Deber en septiembre de 2007:
Arce atribuía la inflación a la especulación del sector agroindustrial cruceño y ahora atribuye la deflación a la buena política económica implementada por el gobierno. Tomando en cuenta que la deflación y la inflación son provocadas por los mismos factores, en qué quedamos?
Dario Monasterio
Definamos en primer lugar lo que se entiende por deflación. Este fenómeno se refiere no a la caída de precios en alguna parte de la economía, sino a un descenso en el nivel general de precios, es decir, siendo un poco repetitivos, es un descenso en el nivel general de precios y no un descenso en la tasa de crecimiento del nivel de precios, siendo esto último lo que se conoce como desinflación que significa un declive en la tasa de inflación.
También resultará útil aclarar que no es necesario hacer una distinción estricta entre una baja inflación y la deflación debido a que es difícil distinguir entre ambas, especialmente cuando las dos son bajas. Es un hecho comprobado que la inflación tal como es medida en la actualidad en todas partes del mundo, se encuentra sesgada hacia el alza, es decir, el índice de precios en realidad sobreestima el verdadero aumento de precios. Ésta es la verdadera razón por la que los salarios, por ejemplo, no deberían ser ajustados siguiendo el índice de inflación.
Entonces, al pensar en deflación, deberemos tener en claro que el término describe sólo la dinámica del nivel general de precios y no implica ninguna descripción específica de la actividad económica real.
Los macroeconomistas concuerdan en que en el largo plazo, la inflación y la deflación son fenómenos monetarios. Este punto de vista guarda relación con lo expresado por Milton Friedman de que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Entonces, como corolario se obtuvo que la deflación es también siempre y en todas partes, un fenómeno monetario. Los monetaristas obtiene como conclusión de que al ser la inflación consecuencia de una política monetaria errada, la deflación sería la prueba de una correcta implementación de la misma.
La explicación a esta afirmación sobre lo errado o no de la política monetaria y su efecto sobre la inflación y la deflación, es bastante endeble si se la analiza desde dos puntos de vista. En el primero, se supone que en una economía basada en el trueque no tiene sentido hablar ni de inflación ni de deflación y se supone que sólo aparecen ambos fenómenos cuando se empieza a emplear el dinero tal como lo conocemos en la actualidad. Este punto de vista significaría buenas noticias para todos los ideólogos contrarios al capitalismo y que miran con nostalgia el pasado de la sociedad boliviana, principalmente andina.
Para analizar el segundo punto —malas noticias para el Gobierno— se recurre al ejemplo más conocido del dinero que se lanza desde un helicóptero (perfect helicopter money le llamamos los economistas). Obviamente, el dinero en este caso no tendrá ningún efecto en la parte real de la economía, sólo impactará en las variables nominales y, por tanto, en el nivel de inflación. No obstante, es preciso recalcar que ambos puntos de vista no toman en cuenta la formación de expectativas por parte de los agentes económicos.
Sin embargo, en nuestro país el discurso nos dice que la inflación sería un fenómeno provocado por ataques especulativos (Arce dixit) que tiene una finalidad política y todo lo demás que ya conocemos y, por otro lado, la deflación sería fruto de la excelente política monetaria implementada desde el Gobierno. No resulta congruente, pero es la explicación a la que se recurre con los fines ya conocidos y que son, por el mismo hecho de ser de tipo político.
En el corto plazo, muchos factores pueden presionar a la economía hacia la deflación. Un shock positivo en el lado de la oferta traducido en aumentos en la productividad del factor trabajo podría presionar a un descenso en el nivel de precios. Otro shock positivo tiene que ver con la disminución del precio del petróleo tal como está ocurriendo en la actualidad a nivel mundial.
Como la política monetaria no está, supuestamente, en manos del Gobierno, los shock positivos de productividad serían la mejor manera de conseguir la deflación y, sin embargo, nada se ha hecho. Con relación al shock del precio del petróleo y su impacto en la economía, el Gobierno prefiere no hablar. Finalmente, en lo relacionado al shock negativo que se traduce por el descenso en la confianza de los consumidores y, por tanto, en la demanda, la respuesta es el silencio y la presentación de datos de expectativas de crecimiento, aunque sin aclarar que éstas se basan en el mayor gasto del Gobierno. ¿Más “perfect helicopter money”?, la respuesta la tiene la población (no masista).
También resultará útil aclarar que no es necesario hacer una distinción estricta entre una baja inflación y la deflación debido a que es difícil distinguir entre ambas, especialmente cuando las dos son bajas. Es un hecho comprobado que la inflación tal como es medida en la actualidad en todas partes del mundo, se encuentra sesgada hacia el alza, es decir, el índice de precios en realidad sobreestima el verdadero aumento de precios. Ésta es la verdadera razón por la que los salarios, por ejemplo, no deberían ser ajustados siguiendo el índice de inflación.
Entonces, al pensar en deflación, deberemos tener en claro que el término describe sólo la dinámica del nivel general de precios y no implica ninguna descripción específica de la actividad económica real.
Los macroeconomistas concuerdan en que en el largo plazo, la inflación y la deflación son fenómenos monetarios. Este punto de vista guarda relación con lo expresado por Milton Friedman de que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Entonces, como corolario se obtuvo que la deflación es también siempre y en todas partes, un fenómeno monetario. Los monetaristas obtiene como conclusión de que al ser la inflación consecuencia de una política monetaria errada, la deflación sería la prueba de una correcta implementación de la misma.
La explicación a esta afirmación sobre lo errado o no de la política monetaria y su efecto sobre la inflación y la deflación, es bastante endeble si se la analiza desde dos puntos de vista. En el primero, se supone que en una economía basada en el trueque no tiene sentido hablar ni de inflación ni de deflación y se supone que sólo aparecen ambos fenómenos cuando se empieza a emplear el dinero tal como lo conocemos en la actualidad. Este punto de vista significaría buenas noticias para todos los ideólogos contrarios al capitalismo y que miran con nostalgia el pasado de la sociedad boliviana, principalmente andina.
Para analizar el segundo punto —malas noticias para el Gobierno— se recurre al ejemplo más conocido del dinero que se lanza desde un helicóptero (perfect helicopter money le llamamos los economistas). Obviamente, el dinero en este caso no tendrá ningún efecto en la parte real de la economía, sólo impactará en las variables nominales y, por tanto, en el nivel de inflación. No obstante, es preciso recalcar que ambos puntos de vista no toman en cuenta la formación de expectativas por parte de los agentes económicos.
Sin embargo, en nuestro país el discurso nos dice que la inflación sería un fenómeno provocado por ataques especulativos (Arce dixit) que tiene una finalidad política y todo lo demás que ya conocemos y, por otro lado, la deflación sería fruto de la excelente política monetaria implementada desde el Gobierno. No resulta congruente, pero es la explicación a la que se recurre con los fines ya conocidos y que son, por el mismo hecho de ser de tipo político.
En el corto plazo, muchos factores pueden presionar a la economía hacia la deflación. Un shock positivo en el lado de la oferta traducido en aumentos en la productividad del factor trabajo podría presionar a un descenso en el nivel de precios. Otro shock positivo tiene que ver con la disminución del precio del petróleo tal como está ocurriendo en la actualidad a nivel mundial.
Como la política monetaria no está, supuestamente, en manos del Gobierno, los shock positivos de productividad serían la mejor manera de conseguir la deflación y, sin embargo, nada se ha hecho. Con relación al shock del precio del petróleo y su impacto en la economía, el Gobierno prefiere no hablar. Finalmente, en lo relacionado al shock negativo que se traduce por el descenso en la confianza de los consumidores y, por tanto, en la demanda, la respuesta es el silencio y la presentación de datos de expectativas de crecimiento, aunque sin aclarar que éstas se basan en el mayor gasto del Gobierno. ¿Más “perfect helicopter money”?, la respuesta la tiene la población (no masista).
*Ramiro Martín Luján Chávez es economista, master en análisis económico
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