Muy buen análisis del mercado laboral boliviano: conocido con anterioridad en muchas publicaciones, es bueno tenerlo presente siempre y buscar la solución al problema central de nuestra pobreza.
http://www.la-razon.com/versiones/20090514_006727/nota_246_811602.htm
Para nadie es un secreto; Bolivia se debate, desde hace mucho, en el pozo del subempleo. Que alguien haya logrado arreglarse con una pega de apenas una hora la semana pasada antes del levantamiento de la encuesta y con un ingreso miserable, da para tildarlo de no ser desocupado. Eso ocurre para las estadísticas oficiales, que, por adecuación a una metodología estándar de medir el desempleo, comienza a pensar que el patrón de medida funciona como en la física. Nada más lejano de la realidad.
En economías como la nuestra, el desempleo es sólo un termómetro de cómo están yendo la economía; con la subocupación como tendencia dominante, contar adicionalmente con una tasa de desempleo abierto que supera las dos cifras revela que, además de la enfermedad sistémica, se asoma una infección grave. Y así estamos ahora, en medio de la disputa por quién es más o menos terrorista, con una economía enferma por la subocupación, a la que la bacteria del desempleo se asoma para complicar aún más su estado.
De acuerdo con una investigación del CEDLA, por el atraso estructural en el aparato productivo del país, existe un alarmante excedente de fuerza de trabajo; es decir, señala el informe apoyado en una encuesta a hogares aplicada en las principales ciudades del eje troncal del país además de Potosí, si todos los trabajadores/as tuvieran un empleo adecuado, más de la mitad (52%) de la población económicamente activa quedaría desocupada. A eso le llama “desempleo equivalente”.
La estimación del CEDLA permite afirmar que la economía boliviana no genera los suficientes puestos de trabajo como para ocupar a su población activa, o, en sentido negativo, ocupa a la gran mayoría de la población activa en forma caótica, desorganizada y poco productiva. Asimismo, con tan pocos puestos de trabajo adecuados, se exacerba la competencia entre los trabajadores, aprovechando esta condición para deprimir aún más los salarios y las condiciones de trabajo de la gente. Es un entorno perverso que siempre te presiona hacia abajo, nunca hacia arriba. Esto no es de hoy; se ha “construido” ya desde los años ochenta.
Ni el auge reciente de la economía por el efecto de los precios altos de las materias primas ha permitido siquiera ponerle un freno a esta tendencia. Los “enclaves transnacionalizados” de la economía —minería e hidrocarburos— siguen siendo los más productivos gracias a la inversión en tecnología y con una ocupación marginal de mano de obra. Mientras que los otros sectores —los intensivos en mano de obra— se debaten en medio de la sobrevivencia y claman desesperadamente por apoyo estatal. Así está la economía, a la que todavía le falta hacer frente a la crisis internacional.
*Gustavo Luna es comunicador y trabaja en el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA
jueves, 14 de mayo de 2009
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