http://www.la-razon.com/versiones/20090322_006647/nota_246_782135.htm
Corre el rumor de que los consultorios de siquiatras y sicoanalistas están repletos de economistas, especialmente, en los países desarrollados. De hecho, conozco varios colegas, profesores e investigadores en temas de finanzas internacionales en profundas crisis personales y profesionales.
Con la debacle mundial, varios templos de las certezas teóricas se derrumbaron. Entre las más importantes están ideas como: los mercados financieros y, en realidad, todos los mercados en todo tiempo y lugar son eficientes. Corolario de lo anterior, no hay nada mejor que la autorregulación de los mercados porque toda intervención estatal es nociva e ineficiente. Además se pensaba que las innovaciones financieras, desarrolladas por el pensa- miento ultraliberal, eran suficientes para transferir el riesgo a aquellos agentes económicos mejor capacitados para soportarlo. Esta última idea inclusive ganó un premio Nobel. Robert C. Merton y Myron S. Scholes obtuvieron el galardón por desarrollar un nuevo método para determinar el valor de los derivados. Se escribieron miles de artículos pretenciosos, que hicieron que los modelos matemáticos reforzaran la ideología neoliberal. La ciencia del modelaje en teoría económica hacía tantos supuestos que terminaba haciendo desaparecer la realidad de los hechos. En los últimos años, revistas especializadas en economía y finanzas se habían convertido en verdaderos cultos a la abstracción, imposibles de comprensión para los simples mortales. A pesar de toda esta parafernalia estadística y matemática, los teóricos de las finanzas internacionales fracasaron porque no entendieron dos sentimientos humanos básicos: la ambición y el manejo del riesgo.
El epicentro del terremoto financiero, en última instancia, se concentró en los problemas de gestión y control del riesgo. Toda actividad financiera, desde abrir una cuenta en un banco, hasta hacer aplicación en un mercado futuro con coberturas, se lo hace en un mundo de información imperfecta o mejor de grandes asimetrías de información entre los agentes económicos. Las personas cuando depositan los ahorros de toda una vida en un banco, lo hacen casi a oscuras, no saben cuál es la situación patrimonial del banco, cómo está su cartera de préstamos, no saben cuánto es su mora, etc. El banco tiene mucha más información sobre su situación financiera que los miles de clientes que confían en él. De igual manera, los bancos también enfrentan asimetrías de información cuando prestan dinero a empresas o personas. Aunque, el oficial de crédito pida garantías, revise todos los documentos y haga miles de preguntas, una vez que la plata va al bolsillo del cliente, sólo éste y Dios sabe en qué y cómo utilizará ese dinero. El prestatario tiene mucha más información sobre sus reales intenciones que la entidad financiera. Aplicaciones en la bolsa, en rentas fijas, derivativos, seguros y otras inversiones financieras se las hacen en mercados con fallas asociadas a la desigualdad de información. Técnicamente a estos problemas se los conoce como riesgo moral (cuando un agente económico oculta acción) y selección adversa (cuando el agente económico oculta información). Al final del día estas fallas en los mercados financieros aumentan el riesgo en todas las transacciones. La teoría financiera precrisis pensó que había descubierto cómo convertir la piedra en oro. Es decir cómo transferir los riesgos de los simples mortales clientes a sofisticadas agencias e instituciones que sabían cómo diversificar y administrar este riesgo. La regulación financiera preventiva, que es la otra forma de reducir el riesgo, no debía meterse entre privados. Sin embargo, todo el preciosismo matemático no funcionó cuando la ambición controló el miedo al riesgo y se produjo la caída más estrepitosa del sistema financiero de los últimos 50 años.
La mayoría de los profesionales adscribió la idea de que los mercados eran suficientes para asignar los recursos escasos de la economía y que el riesgo se lo podía administrar sin la intervención estatal. A nivel internacional, sólo algunas voces hicieron sonar las alarmas sobre las crisis en ciernes. Es justo reconocer que profesores como Nouriel Roubini, Robert Schieller, Paul Krugmann y otros alertaron sobre estos problemas, pero obviamente la idolatría a los mercados que dominaba la opinión pública mundial, los calificó de incendiarios. La cruenta realidad mostró que tenían razón.
La gravedad de la crisis internacional recuerda una vieja historia que se cuenta sobre economistas neoliberales y otras hierbas.
En la otrora gloriosa Unión Soviética, un 1 de mayo de los idos años 70, dos personas asistían al desfile del Ejército Rojo, veían pasar tanques capaces de destruir ciudades enteras, misiles cuyo impacto acabarían con media humanidad. Toda una parafernalia de armamento. Cuando de repente en medio de ametralladoras y bombas, desfilaban civiles elegantemente vestidos de negro con maletines James Bond. Uno de los amigos le pregunta al otro ¿Qué es lo que traen esas personas en medio de un desfile militar? A lo que el otro responde: Son los economistas neoliberales y no sabes lo peligrosos y letales que pueden ser. Bueno ahora si lo sabemos y ¡cómo lo sabemos!
*Gonzalo Chávez
es economista.
lunes, 23 de marzo de 2009
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