http://www.clarin.com/diario/2009/03/24/opinion/o-01883410.htm
El líder del mundo impulsa políticas fiscales, monetarias y comerciales globales para una economía global: esa es la lección de la crisis.El G-20 que representa el 80% de la economía mundial tiene la obligación de crear mecanismos de regulación económica global que tomen en cuenta a esa gran mayoría de países pobres del planeta que solo representan menos del 20% de la producción mundial.Por otra parte, se puede apreciar que, contradictoriamente, la crisis generada entre otros factores, por erradas políticas impulsadas y condicionadas de financiamiento por el FMI, es la salvación de este organismo criticado hasta poner en duda su existencia. Obama pide que el FMI lidere el financiamiento a los países pobres para salir de la crisis, lo que significa que tendremos nuevamente FMI para rato y en todas partes.
Por: Barack Obama
Fuente: PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS
Estamos atravesando una época de desafíos económicos globales a los que no podemos responder con medidas a medias o con los esfuerzos aislados de un país. En este momento, los líderes del G-20 tienen la responsabilidad de emprender una acción a fondo, audaz y coordinada que no sólo impulse la recuperación, sino que también inicie una nueva era de compromiso económico para evitar que una crisis como ésta vuelva a producirse.Nadie puede negar la urgencia de la acción. La crisis del crédito y de la confianza pasó por encima de las fronteras con consecuencias para todos los rincones del mundo. Por primera vez en una generación, la economía global se contrae y se reduce el comercio. Se han perdido billones de dólares, los bancos dejaron de prestar y, en todo el mundo, decenas de millones perderán sus empleos. Corre peligro la prosperidad de todos los países, además de la estabilidad de los gobiernos y la supervivencia de los habitantes en las partes más vulnerables del mundo. Aprendimos, de una vez y para siempre, que el éxito de la economía estadounidense está inextricablemente unido a la economía global. No hay una línea divisoria entre la acción que restablezca el crecimiento dentro de nuestras fronteras y la acción que lo sostenga hacia afuera. Si la gente de otros países no puede gastar, los mercados se atascan -ya hemos visto la mayor caída de las exportaciones estadounidenses en casi cuatro décadas, hecho que provocó directamente pérdidas de empleos estadounidenses-. Y si seguimos permitiendo que las entidades financieras de todo el mundo actúen en forma desaprensiva e irresponsable, continuaremos atrapados en el ciclo de burbuja y estallido. Por eso la próxima Cumbre de Londres tiene una relevancia directa para nuestra recuperación interna. Mi mensaje es claro: Estados Unidos está dispuestos a liderar y lo que pedimos a nuestros socios es que se unan a nosotros con una idea de urgencia y objetivo común. Se hizo mucho, pero todavía queda mucho por hacer. Nuestro liderazgo se basa en una premisa simple: actuaremos con decisión para sacar a la economía estadounidense de la crisis y reformar nuestra estructura regulatoria, y estas acciones se verán reforzadas por la acción complementaria en el exterior. Mediante el ejemplo, Estados Unidos puede propiciar la recuperación global y crear confianza en el mundo entero; y si la Cumbre de Londres contribuye a impulsar la acción colectiva, podemos forjar una reactivación segura y de esa manera impedir futuras crisis. Nuestros esfuerzos deben empezar con una acción rápida para estimular el crecimiento. Estados Unidos ya promulgó la Ley de Recuperación y Reinversión -la iniciativa más contundente para lanzar la creación de empleos y sentar las bases del crecimiento en una generación-. Otros miembros del G-20 también impulsaron un estímulo fiscal y estos esfuerzos deberían seguir siendo sólidos y sostenidos hasta que se restablezca la demanda. En la medida que avancemos, deberíamos adoptar un compromiso colectivo para alentar el comercio abierto y la inversión resistiéndonos al proteccionismo que ahondaría esta crisis. Segundo, debemos restablecer el crédito del que dependen las empresas y los consumidores. A nivel interno, estamos trabajando intensamente para estabilizar nuestro sistema financiero. Esto incluye una evaluación honesta de los balances de nuestros principales bancos, y desembocará directamente en un crédito que pueda ayudar a los estadounidenses a comprar bienes, permanecer en sus casas y desarrollar sus empresas. Esto debe seguir expandiéndose mediante las acciones de nuestros socios del G-20. Juntos, podemos adoptar un marco de referencia común que insista en la transparencia, la responsabilidad y el objetivo de restablecer el flujo del crédito que es el alma de una economía global en crecimiento. Y el G-20, junto con las instituciones multilaterales, puede aportar financiamiento comercial para ayudar a dinamizar las exportaciones y crear empleo. Tercero, tenemos la obligación moral, económica y relativa a la seguridad, de tender una mano a los países y personas que enfrentan el mayor riesgo. Si les volvemos la espalda, el sufrimiento causado por esta crisis aumentará, y nuestra propia recuperación quedará postergada debido a que los mercados para nuestros productos se achicarán y se perderán más empleos estadounidenses. El G-20 debería desplegar de inmediato recursos para estabilizar los mercados emergentes, esencialmente, impulsar la capacidad de asistencia del Fondo Monetario Internacional en la emergencia y ayudar a que los bancos regionales de desarrollo aceleren el crédito. Por su parte, Estados Unidos respaldará inversiones nuevas y significativas en seguridad alimentaria para ayudar a los más pobres a capear los difíciles tiempos que se avecinan. Si bien estas acciones pueden ayudarnos a salir de la crisis, no podemos contentarnos con una vuelta al status quo. Debemos poner fin a la especulación incauta y al gasto por encima de nuestros medios; al crédito tóxico, a los bancos excesivamente apalancados y a la falta de supervisión que nos condena a burbujas que inevitablemente estallan. Solo la acción internacional coordinada puede impedir correr los riesgos irresponsables que originaron esta crisis. Por eso estoy empeñado en aprovechar esta oportunidad para impulsar reformas exhaustivas de nuestro marco de referencia regulatorio y de supervisión. Todas nuestras instituciones financieras -en Wall Street y en todo el mundo- necesitan un fuerte control y reglas de funcionamiento sensatas. Todos los mercados deberían tener normas para asegurar la estabilidad y un mecanismo de divulgación. Una estructura fuerte en cuanto a los requisitos de capital debería protegernos contra futuras crisis. Debemos reprimir los paraísos fiscales y el lavado de dinero. Una transparencia y una responsabilidad rigurosas deben controlar el abuso y es imprescindible poner fin a las remuneraciones descontroladas. En vez de iniciativas dispersas que permitan caer los estándares, debemos dar incentivos claros para un buen comportamiento que los haga subir.Sé que Estados Unidos tiene una cuota de responsabilidad en el problema que todos enfrentamos. Pero también sé que no tenemos por qué elegir entre un capitalismo caótico y despiadado y una economía estatal opresiva. Esa es una falsa opción que no beneficiará a nuestro pueblo ni a ningún otro. Esta reunión del G-20 ofrece un foro para un nuevo tipo de cooperación económica global. Este es el momento de trabajar juntos para restablecer el crecimiento sostenido que sólo puede derivar de mercados abiertos y estables que aprovechen la innovación, que apoyen los emprendimientos e impulsen la oportunidad.Los países del mundo tienen intereses recíprocos. Estados Unidos está dispuesto a sumarse a un esfuerzo global en pos de nuevos empleos y del crecimiento sustentable. Juntos, podemos aprender las lecciones de esta crisis, y forjar una prosperidad que sea duradera y segura para el siglo XXI.
martes, 24 de marzo de 2009
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1 comentario:
El líder del mundo impulsa políticas fiscales, monetarias y comerciales globales para una economía global: esa es la lección de la crisis.
El G-20 que representa el 80% de la economía mundial tiene la obligación de crear mecanismos de regulación económica global que tomen en cuenta a esa gran mayoría de países pobres del planeta que solo representan menos del 20% de la producción mundial.
Por otra parte, se puede apreciar que, contradictoriamente, la crisis generada entre otros factores, por erradas políticas impulsadas y condicionadas de financiamiento por el FMI, es la salvación de este organismo criticado hasta poner en duda su existencia. Obama pide que el FMI lidere el financiamiento a los países pobres para salir de la crisis, lo que significa que tendremos nuevamente FMI para rato y por todos lados.
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