viernes, 27 de octubre de 2017

Sobre el intelecto... (Arthur Schopenhauer, 1788-1860)

No hay cosa de la que el hombre se enorgullezca más que de su habilidad intelectual, dado que es la que otorga su posición de mando dentro del reino animal. Es muy desconsiderado e imprudente hacer notar a otro que usted es decididamente superior a él en este aspecto, y hacer notar que otra gente lo note también...
De ahí que, mientras que el rango y las riquezas siempre cuentan con obtener un trato deferente por parte de la sociedad, esto es algo que la capacidad intelectual nunca puede esperar; ser ignorada es el máximo favor que se le concede; y si, a pesar de todo, alguien repara en ella, es porque la consideran una impertinencia, algo a lo cual su poseedor no tiene legítimo derecho y de lo cual osa vanagloriarse. En represalia y como venganza por esta conducta, la gente, secretamente, trata de humillarlo de una u otra forma, y si no lo hacen de inmediato es sólo por falta de una oportunidad. Un hombre puede ser de lo más humilde en todas sus actitudes, y sin embargo difícilmente logrará que la gente pase por alto el crimen de destacarse por su intelecto. En el Jardín de rosas, Sadi hace la siguiente observación: "Usted debería saber que los tontos son cien veces más reacios a juntarse con los sabios, que los sabios a aceptar la compañía de los tontos".
Por otra parte, es aconsejable ser estúpido. Porque así como el calor resulta grato al cuerpo, a la mente le hace bien sentir su superioridad; y un hombre buscará la compañía que le ofrezca las mayores posibilidades de obtener esa sensación, tal como instintivamente se acercará a la chimenea o caminará por el lado del sol si quiere sentir calor en el cuerpo. Pero esto no significa que será blanco de la hostilidad de los demás, debido a su superioridad. Y si un hombre desea ser querido por quienes lo rodean, debe mostrarse inferior en lo relacionado con su intelecto.

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