miércoles, 14 de enero de 2009

El malestar en la Globalización (Stiglitz)

Prólogo
La globalización puede tener un efecto devastador sobre los países en desarrollo, y especialmente sobre los pobres en esos países, pero también podría ser una fuerza benéfica.
La economía puede parecer una disciplina árida y esotérica, pero las buenas políticas económicas puedan cambiar la vida de los pobres.
Privatizar monopolios públicos, como el agua, la luz, la telefonía fija, etc. (SAGUAPAC, CRE y COTAS, por ej.), es bueno, siempre y cuando logren mejorar la eficiencia y reducir los precios a los consumidores. Esto es más probable que ocurra si los mercados son competitivos por políticas que fomenten la competencia.
¿Por qué los mercados no funcionan a la perfección? Por las asimetrías en la información, que son generalizadas en todas las economías.
Las políticas del FMI bloquea(ba)n las intervenciones deseables de los Gobiernos en los mercados.
Existe la necesidad de mejorar la información que los ciudadanos poseen.
Si los mercados son el centro de la economía, el Estado ha de cumplir un papel importante, aunque limitado. Fantasear con que el Estado puede remediar todos los fallos del mercado o creer que los mercados resuelven por sí solos todos los problemas sociales es ser ingenuo y bobo.
En la actualidad son pocos los que defienden la hipocresía de pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a los bienes de los países industrializados más adelantados y al mismo tiempo protegiendo los mercados de éstos.

La promesa de las instituciones globales
La apertura al comercio internacional ayudó a muchos países a crecer mucho más rápidamente de lo que habrían podido en caso contrario.
La globalización ha reducido la sensación de aislamiento experimentada en buena parte del mundo en desarrollo y ha brindado a muchas personas de esas naciones acceso a un conocimiento que hace un siglo ni siquiera estaba al alcance de los más ricos del planeta.
Las nuevas empresas extranjeras (petroleras por ej.) pueden dañar a las empresas públicas protegidas (YPFB), pero también fomentan la introducción de nuevas tecnologías, el acceso a nuevos mercados y la creación de nuevas industrias.
La globalización no ha conseguido reducir la pobreza, pero tampoco garantizar la estabilidad.
Los críticos de la globalización acusan a los países occidentales de hipócritas: forzaron a los pobres a eliminar las barreras comerciales, pero ellos mantuvieron las suyas e impidieron a los países subdesarrollados exportar productos agrícolas, privándolos de una angustiosamente necesaria renta vía exportaciones.
Los términos del intercambio revelan que el efecto neto fue reducir los precios que algunos de los países más pobres del mundo cobran con relación a lo que pagan por sus importaciones (↓Px/Pm de países pobres).
La flexibilización de los controles sobre los mercados de capitales en América Latina y Asia, generaron una abrupta salida de dinero que dejó atrás divisas colapsadas (↓e) y sistemas bancarios debilitados. Los derechos de propiedad intelectual impiden a las compañías farmacéuticas que les “roben”, lo que incentivaría la innovación, pero en los países subdesarrollados pocos pueden pagar los medicamentos, con lo que el efecto innovación queda limitado. Pero el régimen de propiedad intelectual que refleja los intereses de los productores y no de los usuarios, sigue en pie.
Cuando los proyectos financiados por organismos internacionales de crédito (FMI, BM, BID, USAID, etc.) fracasan, los pueblos pobres del mundo subdesarrollado deben amortizar los préstamos igualmente.
El medio ambiente fue destruido, los procesos políticos corrompidos y el veloz ritmo de los cambios no dejó a los países un tiempo suficiente para la adaptación cultural con problemas de disolución social y conflictos étnicos.
Quienes valoraban los procesos democráticos comprobaron que la condicionalidad a cambio de cooperación (préstamos), minaba la soberanía nacional.

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