A diferencia de modelos de desarrollo de economías industrializadas en las que los factores capital y trabajo son los relevantes para la producción, en modelos de menor desarrollo industrial el factor tierra o recursos naturales (RRNN) tiene un papel muy importante en la producción. Su importancia incluso ha aumentado en los últimos años por la creciente demanda mundial de energía y alimentos.
Para entender mejor cómo funciona este modelo, tomemos como ejemplo el caso del desarrollo cruceño en los inicios de su acelerado crecimiento económico en la década de los 50: la política de Estado consistió en dotar de mano de obra (factor trabajo) del occidente al oriente, incentivando la migración con la creación de empresas e instituciones agroindustriales (función que luego asumirían privados y Cordecruz) y la construcción de la carretera Cochabamba-Santa Cruz. El Gobierno utilizó capital proveniente de la rentabilidad de los RRNN no renovables para facilitar la libre movilidad de mano de obra, con el objetivo principal de que la masiva migración dirigida ‘trabaje’ los RRNN renovables del despoblado e inmenso territorio oriental.
Aquello generó una presión demográfica y económica sobre los RRNN del oriente que continúa su proceso, desde hace 50 años, con el proyecto de construcción de la ruta que atraviesa el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), inversión que fomentaría la movilización de mayor cantidad de personas para la explotación y ‘colonización’ del extenso y poco poblado territorio de Beni, e incentivaría la expansión de la explotación y contaminación que genera la economía de la coca-cocaína de Chapare.
Aunque también se ha avanzado bastante en la legislación de los RRNN, la ausencia del Estado para hacer cumplir estas normas contrasta con su presencia en el incentivo de políticas de migración interna e inversiones públicas que fomentan la explotación desregulada de estos recursos, lo que nos podría llevar a la insostenibilidad de un modelo económico exitoso que ha sacado de la pobreza a millones de bolivianos.
La maximización de los beneficios que ha generado la ‘exitosa’ explotación de los RRNN del oriente –no solo por los inmigrantes, sino también por extranjeros y oriundos del lugar– empieza a poner en riesgo su sostenibilidad. Sostenibilidad entendida como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades” (ONU), concepto que no está contrapuesto a inversiones ‘desarrollistas’ del presente.
No obstante, para que el oriente siga generando sosteniblemente para toda Bolivia los beneficios de este modelo, es necesario que las políticas que regulen la explotación de los RRNN (forestales, hidrocarburíferos, mineros y agropecuarios), además de dar certidumbre y derechos de propiedad claros, sean consensuadas con los gobiernos departamentales y municipales y con los pueblos indígenas de estos territorios, por su cercanía a los ciudadanos beneficiarios de la renta que generan. Con mayor razón en un país con tanta diversidad de RRNN como Bolivia, el desarrollo debe ser planificado a través de organismos departamentales o regionales (como la ex-Cordecruz) o de desarrollo indígena.
Estas son algunas de las reflexiones que surgieron luego de la digna marcha realizada por los indígenas del Tipnis, que nos dejó muchas lecciones que el Gobierno se empeña en obviar.
* Economista
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