lunes, 16 de mayo de 2011

Bolivia: ¿hacia el Sultanismo?

El Sultanismo es una forma de gobierno autoritario que se caracteriza por la presencia personal del gobernante en todos los elementos del poder (Linz y Stepan, 1996). En el sultanato de Brunei, el más conocido de todos, el sultán maneja todos los poderes y se vive bajo ley marcial desde 1962; la prensa es excesivamente pro-gobierno y tiene el status de No-Libre, según la ONG “Freedom House”. Los sultanatos son gobiernos que para lograr sus objetivos autoritarios, en la mayoría de los casos se apoyan en sus grandes excedentes económicos que les genera el petróleo.
Dejando de lado la terrible negatividad que supone vivir en un sistema de gobierno poco o nada democrático, el problema de los países ricos en materias primas extractivas es su excesiva dependencia de los precios internacionales de esos productos, lo que implica depender de causas externas y no de políticas internas del país. Cuando el precio internacional del petróleo es alto, estos países gozan de ingresos exorbitantes pero cuando éstos bajan, la merma de ingresos es considerable y puede generar inestabilidad política y violencia. Además, la alta concentración del ingreso público de un país en la renta de sus recursos naturales no renovables (rentismo) que además son intensivos en capital y no en trabajo, genera desincentivos a la producción de otros productos con mayor valor agregado y mayor diversificación económica, lo que aumenta el riesgo a “shocks” externos.
En la actualidad gozamos de precios altos del petróleo (que incide en el precio del gas) y de los minerales, ambos exportados por Bolivia al mundo. Los datos económicos de exportaciones e importaciones del primer trimestre de éste año (2011), comparado con el mismo periodo de los últimos 3 años (2008-2010) nos muestran una tendencia hacia una peligrosa concentración de la renta en gas y minerales: las exportaciones de estos productos, clasificados como tradicionales, han pasado de un 76% en 2006 a 87% en 2011; y por consiguiente, las exportaciones no tradicionales (oleaginosas, azúcar, cueros, joyas, etc.) han perdido incidencia en las exportaciones desde un 24% a un 13%, en el mismo periodo.
En consecuencia, los datos de importaciones de alimentos son aún más preocupantes: han pasado de 98 millones de dólares en 2008 a 143 millones de dólares este año (2011). Podríamos estar produciendo alimentos acá en el país con mayor valor agregado, para satisfacer el consumo interno y para exportar los excedentes, si hubiésemos tenido las políticas de gobierno adecuadas para aprovechar la extraordinaria demanda mundial.
En los Sultanatos, al igual que en Venezuela que tiene similares características, la producción de alimentos y otros bienes que no son derivados del petróleo es cada vez menor y no satisface la demanda interna, lo que induce a la importación de prácticamente todos los bienes de la economía, incluyendo paradójicamente, algunos derivados del petróleo pero con mayor valor agregado.
Evitar que Bolivia caiga en el sistema político y económico del Sultanismo, es la única salida posible para derrotar la pobreza en pleno siglo XXI, estrategia en la cual la política y la economía de Santa Cruz, con sus estandartes de democracia y diversificación económica, deben jugar el papel principal.

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